Siempre sola, caminando deprisa. Su paso grácil y elástico, la pose altiva, y la mirada henchida de fría superioridad.
Hierática, Inmutable. Más vieja que las mismas estrellas, contempla con altanería y desdén a la humanidad evanescente.
Humanos. Tan frágiles, efímeros, y sin embargo tan ridículamente orgullosos de su condición y de sus logros.
Desdeñosa, riese ella para sus adentros, mientras pasea por, supuestamente, grandes y poderosas ciudades de amplias avenidas y tentaculares redes de carreteras .Cuan poco significan para ella, pues ha visto alzarse y caer poderosos imperios en la juventud del mundo, incontables eones antes del periodo que la humanidad se ha empeñado en bautizar como «prehistoria».
Alza la vista al cielo, y contempla las estelas de esos pobres artefactos voladores: Ingenios torpes, sucios, rugientes, y arcaicos; Inexplicable orgullo del ser humano, que proclama de modo exultante que son una prueba más de su dominio sobre los elementos y las leyes naturales.
La plaga humana, ignora, aferrándose a su profunda estulticia, y a causa de su reducido lapso vital, los orgullosos tiempos en que sus ancestros viajaban surcando el universo, hasta remotos confines, allende los velos del instante primigenio, que su conocimiento actual es incapaz de hollar o tan siquiera discernir.
Así les contempla ella, cual especímenes bajo la lente del microscopio. Ora con cínico humor, ora con franco desprecio. Siempre con el vago fantasma de la tristeza del que se siente solo, transcurre su vida entre esta masa ignorante, que resulta tan ingente en número como ínfima en sabiduría.
Les ha visto nacer, y les verá morir, pues está dictado que no conocerá la paz y el reposo eterno, hasta que no se haya extinguido la postrera luz de la última de las estrellas.
Seguirá aquí, vagando entre extraños mientras aguarda su hora. La pretenderán, será causa o consecuencia de envidias y codicia, la amaran ciegamente o la odiaran con desesperación. Le darán mil apelativos, y jamás ninguno será el correcto…
Pues ella sabe, que ni siquiera ya el viento recuerda su nombre.